Un año que empieza…

Como el resto de los mortales, hemos entrado en el año nuevo y los buenos propósitos se enumeran en listas interminables que nunca cumpliremos.

Este año, como muchos otros, he continuado con mi cruzada particular contra las tradiciones propias de estas fechas. No soporto las Navidades y demás chorradas, lo confieso. He vivido estos días de formas tan dispares a lo largo de mi vida que he comprendido que no hay nada más irónico que mantener una sonrisa forzada y felicitar a todo el mundo. Sobre todo, cuando el resto del año nos mostramos tal y como somos, evitando cruzar palabras con la gente que nos rodea y deseando que algunos/as desaparezcan de nuestras vidas.

Sin embargo, existe algo positivo en la noche que acabamos de pasar. Nos permite reflexionar entre copa y copa sobre todas nuestras decisiones tomadas en el año que acaba e intentar tomar el rumbo de nuestras vidas en los próximos 365 días. Que no logremos nada de ello no es el mayor fracaso; al menos habremos intentado hacer algo diferente y eso es lo importante.

Yo, como siempre hago, empiezo mi año oyendo la misma canción y esperando que la persona a la que me gustaría susurrarle la letra siga a mi lado durante muchísimos años más:

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